Gracias Padre omnipotente,
he cruzado el valle de mi día
agarrada de tu mano.
Cuando perdí mi asidero,
volaron a mí tus pensamientos
y con dulce voz llamaste mi nombre:
"No temáis, yo estoy contigo.."
Y aunque fueron varias veces
las que me perdí,
muchas cuando la angustia me turbó,
tu suave brisa de amor sopló
y a buen recaudo me colocó.
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